El tiempo en sus manos: Taller de relojería Carlos Herrero

Si eres un turista o estás de visita en Santander y necesitas una rápida reparación de tu reloj o de una joya, o bien quieres comprar uno para regalar o simplemente para regalarte como recuerdo de tu paso por  la capital de Cantabria, no lo dudes, en el taller de relojería Carlos Herrero, en la céntrica calle de Ruamayor, en el número 4, junto al cine Los Ángeles, encontrarás todo lo que necesites.

Por supuesto, no hace falta que seas turista para acercarte hasta este establecimiento; cualquiera que necesite un arreglo, un consejo o asesoramiento en este campo, su gerente y propietario, Carlos Herrero, le atenderá gustosamente, eso sí con todos los protocolos sanitarios obligados por la Covid-19.

Carlos Herrero es ya la quinta generación de relojeros desde el año 1862

De hecho, muchos han sido los cambios que la pandemia ha provocado en el sector del comercio y el taller Carlos Herrero no ha sido la excepción. Ahora se dispone de gel hidro alcohólico a la entrada, y no es lo único, en el mostrador hay dos geles más, a lo que hay que añadir las mamparas de protección, los antivirales con los que se trata el local y la ventilación del espacio.

Todo destinado a que la manipulación de los relojes sea lo más segura posible, tanto para el que acude al local como para el que está detrás del mostrador. Por supuesto, la atención se dispensa con mascarilla, que también es obligado portar por parte del cliente. Todo es poco a la hora de manipular un elemento que como un reloj de muñeca está expuesto al contacto de forma continua. Como precaución añadida, alguno de los relojes o joyas que se llevan a reparar al taller -tal y como explica Carlos Herrero- se dejan en cuarentena y en otros casos se limpian con luz ultravioleta o con ultrasonidos.

Todas estas medidas suponen una inversión extra en el negocio, un gasto que no se ha repercutido en el cliente.

“Ante todo, seguridad por el bien de todos -recalca Herrero- a lo que añade que todos estos protocolos implican “más pérdida de tiempo, entre desinfectarse, atender al público de uno en uno, etcétera”.

¿Más cambios?

“Ahora la gente exige más rapidez en la reparación, se quiere al momento, algo que mi taller está en condiciones de hacer si la reparación no es compleja como es el caso del cambio de pilas, correas, cristales… Otra de las consecuencias de la pandemia es que la gente no curiosea como antes, va directamente a pedir lo que quiere, de tal forma que se pierden no solo ventas sino ese trato más cercano y humano, algo a lo que el uso de la mascarilla no ayuda”.

Alguna consecuencia positiva del confinamiento desde el punto de vista comercial.

“mucha gente ha encontrado relojes en su casa que necesitaban ser reparados como el reloj del abuelo o el que le regalaron en la graduación, además del hecho de que ahora hay más reciclaje de relojes, por ejemplo, el de la comunión del niño ahora es para la hija y cosas así”.

Otro cambio que se ha notado es que hay menos reparaciones por traumas.

“Al no haber salido o salir menos, no abundan las típicas reparaciones por entrada de agua, golpes, cristales rotos, etcétera”.

Lo que sí ha percibido Carlos Herrero es un incremento en el cambio de correas. En unos casos, al no usar el reloj, se secan o se pudren, y en otros casos, por exceso de geles y alcoholes, se queman.

De todas formas, una de las cosas que más echa de menos es la cercanía con el cliente, que ahora se pierde con los protocolos sanitarios y la obligación de la mascarilla, un distanciamiento que Carlos Herrero intenta compensar con una sonrisa.

“porque aunque no se vea, si sonríes, tus ojos sonríen también, y eso sí que no tiene precio”.

 
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