Villa llena de encanto, donde las casas blasonadas narran historias y leyendas. Despierta los sentidos el característico olor a galleta que acompaña en los paseos mientras admiramos la Colegiata de San Miguel, Sta. Mª La Real, Sta Clara, Sta. Cecilia y La Iglesia de San Andrés. El paisaje de montaña, moldeado por el sosegado paso del río Pisuerga, junto con la exuberante vegetación que se pierde en el horizonte, invitan al senderismo y la fotografía, así como a practicar deportes acuáticos en el embalse o escalada en el Valle de Recuevas. Cualquier época es buena para visitar este rincón de la Montaña Palentina; desde el invierno, con las cumbres nevadas, al juego de colores de los campos en primavera, o la gama de marrones, ocres y amarillos que inundan el otoño.

                       Vista del cañón de La Horadada

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