La localidad de Puente Viesgo se extiende en torno a la hoz que traza el río, donde el Pas se encajona para salvar el accidente geográfico, lo cual facilitó en este lugar la construcción de un puente que dio origen a la población.
Sus extraordinarios recursos turísticos, materializados en sus cuevas prehistóricas declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, sus aguas minero-medicinales y termales, la “Vía Verde” acondicionada como paseo, así como sus pozos salmoneros, han hecho de Puente Viesgo un enclave de singular importancia y referencia turística en los Valles Pasiegos. La localidad fue galardonada con el premio Pueblo de Cantabria en el año 2007.
Sin duda, el recurso patrimonial y turístico más importante de la localidad son las Cuevas prehistóricas del Monte Castillo. Este esconde en su interior un laberinto de cuevas que han sido frecuentadas por los seres humanos durante al menos los últimos 150.000 años. Estas cavidades constituyen el conjunto más importante de Arte Rupestre conocido hasta el momento, habiendo sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2008. Dos de ellas, la de El Castillo y Las Monedas son visitables.
Ya en el casco urbano de Puente Viesgo encontramos diversos edificios de obligado conocimiento. Destaca la Casona de Fuentes Pila, sede del Ayuntamiento de Puente Viesgo, construida en 1928 por el arquitecto Javier González Riancho (coautor del Palacio de La Magdalena). El edificio es un claro ejemplo de la arquitectura regionalista montañesa de principios del siglo XX. Su diseño se inspira en las típicas “casonas montañesas” de los siglos XVII y XVIII, mezclando todos sus elementos sin diferenciar épocas ni modelos. Está catalogado como Bien de Interés Cultural, con la categoría de Monumento.
Casona de los Fuentes Pila. Casa Consistorial
El balneario se comenzó a construir en 1862, conservándose todavía la fachada que afronta al río donde se aprecia el estilo ecléctico y la influencia inglesa de aquellos años. También merece una visita la iglesia de San Miguel, templo del siglo XVII restaurado entre 1948 y 1973 siguiendo el modelo románico.
Ya en la Vía Verde del Pas es de obligada visita la estación de tren y la locomotora Reyerta, elementos originales que se conservan del antiguo ferrocarril que unió Astillero con Ontaneda entre 1902 y 1973. Construida a comienzos del siglo XX, la estación era parada obligada del tren para los viajeros que se acercaban a tomar las aguas termales del Balneario de Puente Viesgo. Junto a la edificación se encuentra la locomotora Reyerta. máquina de vapor construida por la compañía alemana Krauss en 1913. Se trata de una máquina de uso industrial que prestó servicio hasta mediados de los años 70. Es una de las cinco locomotoras de vapor que está catalogada como Bien Inventariado, dada su importancia como parte del patrimonio científico y técnico de Cantabria.
Puente Viesgo hace a Cantabria más referente en el Paleolítico
El Centro de Arte Rupestre “Alberto I de Mónaco” se inauguró oficialmente el 19 de enero de este año en el entorno del conjunto prehistórico Monte Castillo (Puente Viesgo) con el objetivo de convertir a Cantabria, con los museos de Altamira y el de Prehistoria, en el referente del Paleolítico de Europa. Cuenta con una exposición permanente como principal atractivo.
Este Centro de Arte Rupestre abrió sus puertas en marzo del año pasado con una exposición temporal sobre la ‘Dama Roja’. Se trata del único esqueleto humano (el de una mujer) del Paleolítico Superior que se conserva en la Península Ibérica, y que fue localizado en 2010 en la cueva de El Mirón.
El Centro de Arte Rupestre es un espacio de 1.300 metros cuadrados creado para la gestión y difusión del patrimonio prehistórico de la región. Está compuesto por tres espacios articulados alrededor de un patio semiabierto, construido con materiales puros como el hormigón y la piedra.
La exposición permanente, ubicada en el ala principal del edificio y con una superficie de 500 metros cuadrados, se desarrolla en torno a las grandes preguntas que nos surgen cuando nos enfrentamos a la comprensión del arte paleolítico, ¿qué es? ¿quiénes lo hicieron? ¿cuándo se realizo? ¿dónde se localiza? ¿cómo se hizo? ¿por qué? El recorrido se realiza a través de tres salas expositivas que invitará al visitante a sumergirse en el mundo del arte paleolítico y a buscar respuestas a todas esas preguntas.
El Centro cuenta también con un auditorio, un punto de lectura, una zona de restauración y servicios
El arte del Paleolítico superior es la principal aportación a la cultura universal que hicieron las gentes que habitaron Cantabria hace entre 40.000 y 13.500 años aproximadamente. El Centro de Interpretación de Arte Rupestre presenta con esta exposición permanente la historia de esa aportación.
Una historia en la que sumergirse a traves de las grandes preguntas que cualquiera de nosotros se haría al enfrentarse la comprensión del arte paleolítico, que nos conecta con los autores que dedicaron a plasmar, en diferentes soportes, sus concepciones acerca del mundo en el que vivían. Un arte que se manifiesta en su categoría rupestre o parietal, el arte de las cuevas, con los primeros grabados y pinturas; pero también en su variedad de arte mueble, con los pequeños objetos tallados en hueso, asta y piedra aparecidos en el registro arqueológico.
Una exposición en la que el arte paleolítico se presenta en conexión con los espacios naturales en los que encuentra su verdadero sentido, poniendo en centro del discurso las 10 cuevas de Cantabria reconocidas como Patrimonio Mundial por la Unesco. Diez cavidades excepcionales que junto a otras muchas cuevas de Cantabria han posibilitado, gracias a los estudios e investigaciones realizadas en sus vestíbulos y galerías, reconstruir la vida y el mundo simbólico de las personas que las habitaron.
Cantabria cuenta con diez cavidades Patrimonio de la Humanidad, siete abiertas al público, por las que pasan en un año más de 100.000 visitantes, un 90 por ciento de ellos de fuera de la Comunidad Autónoma
Una exposición que nos revela que nosotros somos hoy lo mismo que fueron ellos: inquietudes, preocupaciones y anhelos expresados en un tiempo distinto, con unas herramientas diferentes, pero plasmados, al fin y al cabo, de la forma más humana que conocemos.
En el Centro de Arte Rupestre de Cantabria se adquieren las entradas para las cuevas de El Castillo y Las Monedas, además de reservar para cualquiera de la red de cuevas prehistóricas de Cantabria. Como punto de atención al público, se ofrece amplia información acerca de las cuevas y otros yacimientos y centros culturales de Cantabria.
Más información en: car.culturadecantabria.com
Cueva El Castillo
El Monte Castillo se localiza en el Monte Dobra, una unidad fisiográfica inscrita en la Franja Cabalgante del Escudo de Cabuérniga. Es uno de los emplazamientos con mayor número de cuevas con arte rupestre paleolítico. Éstas se localizan en la ladera SO del monte, a 190 m.s.n.m. Su emplazamiento está directamente vinculado al hito que representa la elevación cónica del Monte Castillo, un referente geográfico para las poblaciones prehistóricas que contiene importantes cavidades con evidencias de ocupación humana que se inicia hace unos 150.000 años y alcanza hasta la Edad Media.
Un emplazamiento excepcional, en el núcleo de la Región Cantábrica, para las poblaciones que habitaron el territorio durante la Prehistoria. Desde él se domina el valle del Pas y se tiene un acceso rápido al fondo del valle, siendo un lugar de alto valor estratégico y económico cuyo entorno ecológico dispuso una variedad de biotopos y, en consecuencia, de recursos naturales. Del conjunto de cavidades hoy conocidas destacan cinco por contener evidencias de la actividad gráfica y simbólica de los grupos humanos que habitaron Europa hace entre 38.000 y 11.000 años. La más destacada es la cueva de El Castillo. Otras cuatro, Las Monedas, Las Chimeneas, La Pasiega y La Cantera, completan el excepcional conjunto de cuevas con arte rupestre paleolítico.
La importancia arqueológica del Monte Castillo se concreta en:
– La presencia continuada de ocupación humana desde hace al menos 150.000 años, siendo un emplazamiento clave para la reconstrucción de los modos de vida de los cazadores-recolectores-pescadores que habitaron Europa.
– Un enclave excepcional para la comprensión de las actividades gráficas y del pensamiento simbólico de los grupos humanos que habitaron Europa hace entre 38.000 y 11.000 años. De este modo el Monte Castillo contiene en el interior de sus cuevas una “monografía” del arte rupestre paleolítico.
– Es el centro o polo de atracción de diversos grupos humanos durante la Prehistoria, siendo así sus restos materiales y motivos artísticos elementos claves para la reconstrucción de la actividad social.
La cueva de El Castillo, con su contenido arqueológico, participa activamente y de modo destacado en dotar de relevancia al conjunto arqueológico del Monte Castillo.
En julio de 2008 ha sido incluida en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Descripción física de la cavidad
El desarrollo de la cueva es de unos 400 m y se articula en diferentes espacios a modo de salas, corredores, galerías y rotondas. En general son espacios amplios, accesibles y de fácil tránsito, no siendo muy numerosas las evidencias gráficas que se localizan en espacios angostos y de acceso complejo. Las rocas carbonáticas que la forman son de las más antiguas de Cantabria, desarrolladas en un ambiente marino hace unos 300 millones de años.
La cavidad se inicia con un amplio vestíbulo (sector I) donde se conserva el importante depósito arqueo-sedimentario que alberga los principales restos materiales de las ocupaciones humanas. Tras él se desarrolla propiamente el espacio subterráneo y de penumbra que se inicia con una gran sala (sector II) desde la que se accede, por el E, a un corredor circular o rotonda (sector III, también llamado “Entrada Gravetiense”) de techo bajo, que se sitúa parcialmente por debajo de las escaleras de acceso y que conecta con el sector V.
Al fondo del sector II, y frente a las escaleras de entrada, se diferencia otra amplia sala (sector IV) que acaba tras unos 25 metros de desarrollo. Al N del sector II se encuentra un sector (V) muy amplio a modo de gran sala que hay que transitarlo de nuevo de manera circular, debido a que desprendimientos de bloques de la bóveda y grandes formaciones espeleogenéticas articulan el espacio. Este sector V continua, por el N, en el llamado “Panel de las Manos”, por un corredor estrecho y bajo (sector VI) que se prolonga hasta el sector XI; en la actualidad el paso es transitable debido a que se desobstruyó en los años 50 del siglo pasado, si bien parte del año está inundado.
Al S del sector V se inicia el sector VII, una sala de dimensiones medias y con muestras de grandes formaciones algunas de ellas desprendidas de la bóveda, que por el E da acceso a una rampa ascendente (sector VIII) que conecta con el sector II. Al W del sector VII arranca, tras pasar en la actualidad por debajo de una plancha estalagmítica, el sector IX, y que tras una estrechez da acceso al sector X, ambas salas (de mayores dimensiones la segunda) con numerosas y variadas muestras de procesos endocársticos.
Traspasado el sector X, al E se observa una abertura que conecta con el sector VI. A partir de este momento (sector XI) la cavidad presenta un desarrollo lineal, a modo de corredor, hacia el W.SW, caracterizado por espacios no muy anchos pero sí de altura muy destacable. En la parte final del recorrido se encuentra, una sala de tendencia circular (sector XII) con numerosas formaciones, y que tras dos pequeños pozos se llega al sector final (XIII).
Historia de la investigación
Objeto de continuas referencias y estudios, esta cavidad fue descubierta científicamente por H. Alcalde del Río en 1903. A él se deben las primeras excavaciones arqueológicas. Ese mismo año Alcalde del Río descubre el conjunto de arte rupestre paleolítico que contiene el interior de la cueva. El imponente yacimiento arqueológico y las innumerables muestras de arte atrajeron la atención de prehistoriadores europeos, de tal modo que a partir de 1910 el Instituto de Paleontología Humana de París, creado bajo los auspicios del Príncipe Alberto I de Mónaco, inicia unas excavaciones que duraron hasta 1914.
Las excavaciones, dirigidas por H. Obermaier, contaron con la colaboración de P. Wernert, J. Bouyssonie, P. Theilard de Chardin y H. Alcalde del Río. Además, apoyó los trabajos H. Breuil, quien años antes se dedicó, con H. Alcalde del Río, al estudio del arte rupestre, publicado en 1911 en la primera síntesis de arte paleolítico titulada Les Cavernes de la Région Cantabrique. Estos trabajos de campo, interrumpidos por el comienzo de la Primera Guerra Mundial, documentaron 18 m de niveles con ocupaciones humanas, iniciadas en el Paleolítico inferior y que alcanzan hasta momentos de la Edad Media, siendo las frecuentaciones correspondientes a los grupos de Homo neanderthalensis y de los primeros Homo sapiens las más significativas.
Los trabajos de campo centrados en el estudio del arte se retomaron en 1934 por un equipo de la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas dirigido por el Conde de la Vega del Sella, pero de nuevo una contienda bélica (Guerra Civil Española) condicionó la continuidad de los trabajos. Tras la Guerra Civil, ya en 1950, se realizan nuevas excavaciones en la cueva de El Castillo por parte de J. Carballo, director del Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria. Pero no ha sido hasta fechas recientes que se emprendieron nuevos trabajos. Así V. Cabrera, tras revisar los materiales de las excavaciones de principios de siglo, retomó las excavaciones en los años 80 del siglo pasado junto a F. Bernaldo de Quirós, y hace escasos años M. Groenen inició la revisión del arte rupestre.
Las referencias sobre el arte rupestre de El Castillo son numerosas, si bien esta cavidad está a falta de una monografía actualizada que recoja los numerosos descubrimientos que se han venido haciendo y nuevas reflexiones sobre las manifestaciones artísticas. Entre los trabajos publicados cabe citar los de E. Ripoll Perelló, J. González Echegaray, M. A. García Guinea, A. Moure Romanillo, M. Múzquiz, R. González, M. Martínez Bea y M. Groenen.
Contexto arqueológico
Sin pretender ser exhaustivos, los materiales sedimentarios donde se desarrolla la cueva de El Castillo contienen evidencias de ocupaciones humanas desde hace al menos 150.000 años, distinguiéndose en ellas las diferentes fases del Paleolítico. El yacimiento de la cueva de El Castillo ofrecía en 1903 un aspecto de cavidad colmatada de depósitos, por lo que la entrada se realizaba por una pequeña oquedad, entre bloques, a partir de la cual se encontraba un ligero talud que alcanzaba el fondo del vestíbulo.
El depósito se iniciaba con restos medievales y calcolíticos que enlazaban con inhumaciones humanas en el interior de la primera gran sala (sector II). Bajo ellos aparecía una capa aziliense, con arpones planos ovalados.
Tras una costra estalagmítica, aparecían evidencias de ocupaciones correspondientes al Magdaleniense superior con importantes evidencias de industria ósea, como la presencia de arpones de una y dos hileras de dientes, numerosas azagayas de sección circular y un bastón perforado con el grabado de un ciervo. Bajo estas ocupaciones se documentó un rico nivel del Magdaleniense inferior con numerosos objetos de arte mueble, como los omóplatos grabados con figuras mayoritariamente de ciervas (Almagro, 1976), cuyos paralelos más cercanos se encuentran en las paredes de la propia cueva. Se trata de una ocupación muy intensa debido a la elevada densidad de materiales óseos y pétreos. Por debajo se documentan evidencias de frecuentaciones humanas durante el Solutrense y niveles gravetienses, de los que destaca un canto con la figura de un animal, una de las evidencias más antiguas de arte mueble cantábrico.
Pinturas en una estalagmita
Sin duda los niveles más importantes, por sus implicaciones científicas, son los correspondientes al Auriñaciense. Han sido datados entre el 40.000 y el 38.500 BP y constituyen una prueba de las primeras ocupaciones de Homo sapiens en Europa, a la vez que indican la existencia de una continuidad entre el Musteriense y las primeras industrias del Paleolítico superior, es decir, entre los últimos neandertales y los primeros Homo sapiens (Cabrera y Bernaldo, 1999). En estos niveles sus excavadores han documentado pequeños huesos y soportes pétreos con evidencias gráficas.
La secuencia Musteriense es muy amplia y comprende varios niveles que permiten el estudio de la variabilidad técnica y cultural de los Neandertales. Por último, y bajo una serie de capas estalagmíticas y de limos con restos de oso de las cavernas, aparecen industrias Achelenses, propias del Paleolítico inferior, que alcanzan la base del yacimiento.
El arte parietal
La cueva de El Castillo es uno de los conjuntos de arte rupestre paleolítico más significativos de Europa. Su interior, con numerosos grabados, dibujos y pinturas, y excepcionalmente escultura con aprovechamiento de relieves naturales, representa una “monografía del arte rupestre paleolítico”, ya que contiene la casi totalidad de temas, técnicas y estilos artísticos ejecutados por los primeros Homo sapiens. Una muestra artística de al menos 20.000/18.000 años de comportamiento artístico y simbólico, así como de nuestra ancestral idiosincrasia y religiosidad. Se puede decir que la práctica totalidad de las paredes de la cueva de El Castillo han sido antropizadas, objeto de intervención gráfica en una o varias fases del Paleolítico superior (en correspondencia con la amplia secuencia de ocupación humana reconocida en el vestíbulo), siendo por ello que se localizan figuras por todo el recorrido de la cavidad.
La cueva de Las Monedas se encuentra en la ladera SO del Monte del Castillo, a unos 180 m.s.n.m. y en el término municipal de Puente Viesgo. Su emplazamiento está directamente vinculado al hito que representa la elevación cónica del Monte Castillo, un referente geográfico para las poblaciones prehistóricas que contiene importantes cavidades con evidencias de ocupación humana que se inicia hace unos 150.000 años y alcanza hasta la Edad Media. Así destacan las cavidades de El Castillo, La Pasiega, Las Chimeneas, La Flecha y La Cantera, además de otras menores.
Del conjunto de cavidades hoy conocidas destacan cinco por contener evidencias de la actividad gráfica y simbólica de los grupos humanos que habitaron Europa hace entre 38.000 y 11.000 años. La más destacada es la cueva de El Castillo. Otras cuatro, Las Monedas, Las Chimeneas, La Pasiega y La Cantera, completan el excepcional conjunto de cuevas con arte rupestre paleolítico.
La cavidad
Presenta un recorrido próximo a los 700 m y se organiza, en sus primeros 200 m, en espacios de amplias dimensiones en los que pueden observarse numerosas evidencias relacionadas con procesos geológicos, siendo de destacar las terrazas colgadas, propias de dinámicas fluviales, y los discos, columnas, coladas y un largo etcétera relacionados con los procesos de litogénesis. Estas formaciones hacen de la visita un recorrido geológico de extraordinaria belleza. El recorrido visitable se organiza en un primer sector de entrada que da acceso a un área vestibular, tras la que se accede, pasando por un estrecho paso delimitado por formaciones de calcita y bloques caídos, a una gran sala alargada, encontrándose al fondo de ella la Galería de las Pinturas.
Tras esa gran sala y un estrechamiento, se accede a otra sala en cuya zona central hay un pozo o torca; además, en ella se puede observar una colada de colores originados por la variedad de aportes minerales durante el proceso de formación.
De nuevo tras un estrecho paso se llega al Pozo de las Monedas, para posteriormente, y tras dejar una galería a la izquierda, llegar a una zona cuyas formaciones geológicas suponen un paseo geológico. Al final de ella un espacio de reducidas dimensiones da acceso al resto del recorrido no visitable.
Historia de la investigación y contexto arqueológico
En abril de 1952 el guarda forestal Isidoro Blanco, quien conocía la cavidad desde la década de losaños 20 del siglo pasado, informa y lleva a Felipe Puente, encargado de los guías del Castillo, y a Alfredo García Lorenzo, ingeniero de caminos de la Diputación de Santander, hasta la entrada de la cueva. Ese mismo día localizaron el conjunto de dibujos negros existentes en su interior. Al año siguiente del descubrimiento se publicó, firmada anónimamente, la primera obra sobre la cavidad, que recoge, además de datos sobre el descubrimiento y diferentes actuaciones en el resto de las cuevas del Monte Castillo, unas primeras descripciones y calcos sobre los dibujos negros de Las Monedas. Casi 20 años después, en 1972, Eduardo Ripoll publica un estudio completo sobre las manifestaciones artísticas. Por último, recientemente otros investigadores han presentado nuevas figuras grabadas en el sector inicial de la cueva.
Los datos disponibles son escasos: huesos de oso y de ciervo, además de otros animales, fragmentos de cerámica tosca, piezas líticas en cuarcita y diverso material metálico (leznas y un hacha de bronce, hachas pétreas de basalto), además de las monedas ya mencionadas. Con la información disponible se puede apuntar que la existencia de varios esqueletos de osos indican la utilización de la cueva como espacio de hibernación, que es probable que la industria lítica indique la frecuentación de la cavidad durante algún momento indeterminado del Paleolítico, la existencia de ocupaciones humanas poco intensas (o incluso una frecuentación puntual) durante de la Edad del Bronce (2.000-1.200 a.C.) y el tránsito por la cavidad durante el siglo XVI.
El arte parietal
Aunque tradicionalmente se ha considerado que el conjunto principal de arte parietal está concentrado en un tramo final de una galería lateral de la segunda gran sala, existen muestras de actividad gráfica muy dispersas en otros sectores.
Las primeras evidencias, sobre las que los investigadores no existen una opinión consensuada en relación con la certificación de la intervención humana, se sitúan en la gran sala de entrada. Se ha señalado, a la izquierda y en una gran columna irregular, la existencia de una figura de bisonte, una máscara, un cáprido y una cabeza de cierva. Serían figuras de surco ancho y profundo que transmiten, en combinación con las características del soporte, un efecto de bajorrelieve. Avanzando hacia el interior de la cueva de traspasarse una zona más estrecha que anuncia diversas formaciones de carácter geológico existentes en la totalidad del recorrido.
Pinturas de caballo y reno en la cueva
A mano izquierda, y nada más entrar, hay un estrecho espacio en cuya pared derecha se dibujaron, además de algunas líneas y signos (entre los que destaca una forma de estrella), cuatro caballos de diferente tamaño que muestran cierto grado de detalle en su ejecución formal. En el mismo panel pero un poco más adelante aparecen dos cabras, una de ellas casi completa que muestra un alto grado de detalle en la zona ventral. Ya en la parte final de ese frente hay varias líneas y dos animales. El primero corresponde a uno de los escasos ejemplares de oso del bestiario paleolítico y el segundo a una parcial figura de uro. Frente al panel anterior se dibujaron numerosas líneas de difícil interpretación pero con un sentido gráfico que se nos escapa.
Volviendo al inicio, al sector de acceso al espacio decorado, pero a mano izquierda aparecen en primer lugar diversas líneas. Ya propiamente hacia el interior del conducto la morfología irregular del soporte dispone diversos frentes sobre los que se dibujó. Las primeras figuras que encontramos son dos renos. Destacan, más allá de por ser raras en el imaginario paleolítico, por el detalle anatómico que prestaron los artistas. Las líneas interiores del tronco sirven para indicar diferencias de pelaje y para dar sentido volumétrico a la representación. En el lado contrario al frente de los renos se pintaron la única figura de bisonte de la cueva, un caballo con relleno interior parcial y para cuyo ojo se aprovecha un saliente de la pared, y diversas líneas que pudieran ser parte de figuras animales hoy en día difíciles de reconocer.
Ya en la pared izquierda y dirigiéndose a mano derecha aparece una de las figuras más peculiares de la cueva. Se trata de un pequeño motivo animal que recuerda a un zorro u otro tipo de pequeño carnívoro.
A escasos centímetros y en un pequeño falso techo se dibujó un caballo muy simple pero que destaca, además de por su situación, por el despiece que se sitúa en la región escapular. Cerca de él aparecen otras dos figuras de caballo, una de ellas son cabeza o acéfala.
Cueva La Pasiega
Para acceder es preciso llegar a la localidad de Puente Viesgo, desde donde se toma una carretera que conduce al Monte Castillo. Existe un aparcamiento, desde donde se accede a pie al Centro de Interpretación y a las cavidades del complejo (Castillo y Monedas, La Flecha, La Pasiega y Las Chimeneas).
El Monte Castillo, donde se abre la cueva, es una colina caliza de forma cónica que constituye la estribación más oriental de la Sierra del Escudo de Cabuérniga, formación que separa la llanura costera y los valles interiores del occidente de Cantabria. Se levanta sobre la margen izquierda del río Pas y domina una amplia vega fluvial en el inicio del “bajo Pas”, así como un paso natural desde este valle hacia la cuenca del Besaya.
La cueva de La Pasiega tiene una compleja topografía, compuesta por un sistema de salas y corredores de distinta orientación, en ocasiones a diferente nivel. La articulación de este sistema cárstico ha sido complicada aún más por las diferentes actuaciones desarrolladas en la cavidad en los años 50 y 60 del pasado siglo con vistas a su acondicionamiento para la visita pública (obturación de algunos pasajes, construcción de muros interiores, sucesiva habilitación de nuevas entradas). Posee varias entradas orientadas hacia el S, de las que al menos tres (que dan acceso a las galerías B, C y D) pudieron ser utilizadas durante el Paleolítico Superior. El primer sector, de unos 200 m de recorrido, está formado por las galerías A y B, que confluyen en ángulo. Unos 30 m al O de la boca que da acceso a estas galerías se localiza la “entrada antigua” por donde penetraron los descubridores del yacimiento. 20 m más allá se abre la boca más occidental, que conduce a la galería C. La parte central de la cavidad es la denominada zona D, con acceso desde cualquiera de las entradas mencionadas.
La cavidad posee vestigios de ocupación del Solutrense y Magdaleniense (entre 18.000 y 14.000 años de antigüedad). Las manifestaciones son asignables a los períodos Gravetiense, Solutrense y Magdaleniense (entre 26.000 y 14.000 años antes del presente).
La cueva de La Pasiega fue descubierta por H. Obermaier y P. Wernert mientras realizaban una de las campañas de excavación en la vecina cueva del Castillo, en 1911. Se trata de una cavidad de largo desarrollo, con una longitud de algo más de 400 metros, distribuidos en cuatro galerías denominadas A, B, C y D. Estas galerías pudieron haber funcionado como 2 o quizá 3 conjuntos independientes durante el Paleolítico, con sus correspondientes entradas. Esto hace que las evidencias documentadas en cada una de las galerías descritas presente rasgos diferentes. En total se han documentado cerca de 300 figuraciones animales, además de otros tantos signos y evidencias no figurativas.
En la galería A encontramos caballos , bisontes, uros ciervos, ciervas, renos y cabras. Al fondo, en una estrecha galería se han representado varios signos cuadriláteros. La técnica más empleada en este conjunto es la pintura roja aunque también, en menor medida, se han utilizado el grabado y la pintura negra. El conjunto de esta galería se puede decir que fue ejecutado mayoritariamente en época Solutrense, y de forma mas esporádica en los inicios del Magdaleniense. Algunas de sus figuras encuentran sus paralelos en las cuevas de Covalanas, y Arenaza.
La Galería B es de proporciones más amplias y, al mismo tiempo, está más compartimentada: cuenta con sectores más aislados y diferenciados en los temas representados y las técnicas empleadas. El estilo de casi todas las figuras, no obstante, encaja en la cronología magdaleniense. Inmediato a la entrada original se sitúa un grupo de uros y bisontes, caballos y un megacero, pintados en rojo y también algunos grabados. En las inmediaciones, y en algún caso superpuestos a las pinturas, hay un buen número de grabados de animales de menor tamaño, y algo más al interior varios grupos de signos claviformes y el conjunto denominado “inscripción simbólica”. En corredores y salas marginales de la galería se localizan varios conjuntos de animales grabados y escasas pinturas, mientras que al fondo, en el corredor que da paso a las galerías A y D, se realizaron algunos animales y signos aislados, con técnicas muy variadas.
Cerca de una de las entradas primitivas, correspondiente en esta ocasión a la galería C, se han documentado en color rojo, amarillo, violeta, negro e incluso con trazos grabados, figuras que representan caballos, bisontes, cabras y antropomorfos. Entre los signos destacan los claviformes pintados en rojo. Dadas estas características se puede limitar la época de decoración principalmente durante el Solutrense y algo menos en época Magdaleniense.
Por último la galería D agrupa sectores intermedios entre las galerías A y B con la C. Se nos presenta como la zona con menos cantidad de representaciones, a base de caballos, bisontes, ciervos y signos cuadrangulares. Todo el conjunto participa de técnicas de pintura y de grabado, lo que sitúa las evidencias parietales de la Pasiega D desde época Solutrense a Magdaleniense.
En general tomando la gruta de la Pasiega en conjunto, se puede decir que fue decorada desde el Solutrense hasta el Magdaleniense, o lo que es lo mismo, desde el 20.000 a 14.000 B.P. siendo los documentos más antiguos las figuras pintadas en rojo y algunos grabados y los más modernos las bicromías y las pinturas en negro.
Esta cueva está siendo reestudiada en la actualidad por miembros de la Universidad de Alcalá de Henares, y del Área de Prehistoria del Departamento de Ciencias históricas de la Universidad de Cantabria, bajo la dirección de R. Balbín Berhman y C. González Sainz.
El inventario más actualizado (resultado de los estudios desarrollados por C. González Sainz y R. de Balbín Behrmann) cuenta con algo más de 800 evidencias rupestres paleolíticas, de las que 301 son figuras animales. Destaca la abundancia de signos abstractos (hasta 148, sobre todo de formas cuadrangulares, en arco conopial y claviformes) y series de puntos. Se ha documentado además un gran número de manchas informes de coloración roja y de series de líneas grabadas o pintadas no figurativas, distribuidas muy irregularmente por el complejo cárstico. Las representaciones animales están dominadas por caballos y ciervas, seguidas de cabras, ciervos, bisontes y uros. Además hay 3 representaciones antropomórficas, 3 de reno y 1 figura de megacero, de carnívoro, de ave y de pez, junto a 42 cuadrúpedos no identificables.
Para acceder a Cueva de Las Chimeneas es preciso llegar a la localidad de Puente Viesgo, desde donde se toma una carretera que conduce al Monte Castillo. Existe un aparcamiento, desde donde se accede a pie al Centro de Interpretación y a las cavidades del complejo (Castillo y Monedas visitables-, La Flecha, La Pasiega y Las Chimeneas).
El Monte Castillo es una colina caliza de forma cónica que constituye la estribación más oriental de la Sierra del Escudo de Cabuérniga, formación que separa la llanura costera y los valles interiores del occidente de Cantabria. Se levanta sobre la margen izquierda del río Pas y domina una amplia vega fluvial en el inicio del “bajo Pas”, así como un paso natural desde este valle hacia la cuenca del Besaya.
La cueva se estructura en dos niveles bien definidos, con un desnivel máximo de -21 m. El más bajo corresponde al área utilizada por los artistas paleolíticos. La galería inferior se desarrolla en dirección norte-sur y mantiene una anchura de unos 5 m en los tramos más estrechos, que alternan con salas y conductos laterales hasta desembocar en una zona más amplia, conocida como Sala B, donde se agrupan las representaciones parietales paleolíticas. De esta sala surgen otros conductos menores y una galería terminal. El acceso a la galería inferior se lleva a cabo en la actualidad a través de una serie de escaleras. El piso superior carece de interés arqueológico, y se comunica con el inferior a través de conductos muy estrechos. Se trata de la cueva de mayor longitud del conjunto del Monte Castillo, más de 800 m de recorrido.
Descubrimiento
Cueva de Las Chimeneas fue descubierta, en 1953, por un equipo de camineros de la Diputación Regional, quien realizaba, bajo la dirección de A. García Lorenzo, la carretera de acceso a las cuevas de El Castillo y La Pasiega. Fue publicada, en 1956, por J. González Echegaray. En el vestíbulo primitivo aparecieron algunos sílex, poco característicos, y restos de una inhumación de la Prehistoria Reciente. Tiene varios paneles de grabados tipo macarroni en la zona próxima al vestíbulo primitivo, con algunos animales y motivos no figurativos. Más al interior aparece un gran panel de macarroni y otras figuras aisladas. El conjunto de pinturas negras se sitúa en el fondo de una sala, y en las pequeñas galerías contiguas aparecen representados animales y signos cuadrangulares. Los grabados han sido realizados con la técnica de macarroni, con la única excepción de un bóvido que tiene los cuernos incisos. Los cuadrúpedos son muy sencillos, y representan generalmente uros, cérvidos y cápridos. El primer panel de pinturas negras presenta signos cuadrangulares realizados en negro. En las pequeñas galerías cercanas están representados ciervos de gran tamaño y una cabeza de caballo. El conjunto, encuadrable estilísticamente en el estilo III de Leroi-Gourhan, del Solutrense, ha sido datado, sin embargo, en el Magdaleniense. Dos figuras (un ciervo y un signo) han sido fechadas por Carbono 14 en 13.940 y 15.070, respectivamente.
Cavidad de trazado complicado, con dos pisos comunicados por chimeneas kársticas, a las cuales debe su nombre la cueva. La entrada actual, que es artificial, se encuentra en el piso superior. El piso superior es laberíntico y carece de interés arqueológico. El piso inferior tuvo una boca, actualmente cegada, y también es de trazado complejo.
Cueva de Las Chimeneas presenta indicios de ocupación del Paleolítico Superior. Las manifestaciones parietales habían sido asignadas, tradicionalmente, al período Solutrense, si bien las dataciones absolutas realizadas -mediante Carbono 14- han ofrecido fechas del Magdaleniense inferior (entre 15.000 y 14.000 años).Investigación arqueológica
En el mismo año de su descubrimiento se realizó un estudio del arte rupestre de la cavidad y se hizo mención de la posible existencia de yacimiento arqueológico bajo las capas estalagmíticas. En los años 60 del siglo XX, J. González Echegaray llevó a cabo un sondeo arqueológico junto a la entrada original de la galería inferior y otro en la sala de las pinturas, con resultados escasamente interesantes. No se ha detectado en la cavidad un yacimiento arqueológico contextualizado, aparte la localización de algunos restos de fauna de mamíferos e industrias líticas. Se pueden diferenciar tres zonas decoradas. La primera de ellas, y más próxima a la entrada primitiva contiene varias figuras de animales realizadas en grabado digital. Más hacia el fondo, en una 2ª sala se localizan un conjunto de signos cuadriláteros realizados en trazo lineal negro. Por último, la tercera zona integraría un panel con varias figuras de ciervos en pintura negra.
Contenidos artísticos: pinturas, grabados
El arte parietal de la cueva se puede agrupar en dos conjuntos, considerando las técnicas empleadas (grabado y pintura) y la distribución topográfica de las representaciones:
Los grabados se extienden por el tramo intermedio y la sala principal de la cavidad, sobre ambas paredes y el techo. Se trata de trazos digitales y líneas incisas que definen contornos simples. Sólo en parte de una figura aparecen restos de pintura negra. Las representaciones se disponen, por lo general, en frisos longitudinales, adaptándose al espacio parietal disponible, excepto en un panel donde se acumulan en una abigarrada superposición. El conjunto más importante se localiza en la parte derecha de la sala principal, donde se pueden distinguir varios paneles constituidos por figuras de animales: uros, cérvidos, cabras y un rebeco. Hay unos cuartos traseros que bien podrían atribuirse a un caballo. Junto a éstas, se observan grupos de líneas, sueltas o agrupadas, de difícil interpretación.
Las pinturas se concentran en la zona central de la sala principal, sobre un lienzo sobresaliente de pared de disposición horizontal y en el interior de una estrecha y corta galería, a modo de “cueva dentro de la cueva”. El estilo de las pinturas es de trazo simple de contorno y están ejecutadas siempre en color negro. Las figuras de animales se limitan a cinco ciervos, algunos incompletos. Presentan sus cornamentas en perspectiva torcida y carecen de modelado interior. Hay también una cabeza de caballo. Otra pintura de las mismas características, correspondiente a un caprino, se emplaza en otro punto de la cavidad, dentro de una oquedad. A las figuras animales les acompaña un conjunto de motivos geométricos entre los que hay cuadrangulares simples y complejos -articulados según el clásico esquema tripartito-, y líneas sueltas o asociadas a los signos anteriores.
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