España tiene 47 sitios declarados Patrimonio Mundial por la Unesco, de los cuales 37 son culturales, 7 naturales y 3 mixtos. De entre ellos, tres se incluyen en la categoría de locales con arte rupestre y es en esta última en la que aparece la Cueva de Altamira, ubicada en la localidad cántabra de Santillana del Mar, declarada en 1985 y ampliada en 2008 a 17 cuevas con arte rupestre paleolítico del norte de España.

El valor universal y excepcional de Altamira reconocido hace casi 40 años por la Unesco tuvo como criterios su consideración de obra de arte del genio creador humano y testimonio único, o al menos excepcional, de una tradición cultural o una civilización viva o desaparecida. Tal es así que ha sido denominada como la ‘Capilla Sixtina del arte cuaternario’.

El arte rupestre paleolítico es una de las manifestaciones culturales más relevantes de la historia de la Humanidad. Además de por sus cualidades propiamente estéticas, desde un punto de vista histórico la importancia de este fenómeno deriva de su carácter representativo de una etapa crucial en la evolución humana: la aparición del Homo Sapiens. Es por ello que estamos ante un bien cultural de primer orden, una auténtica obra maestra del genio creador humano, que a su gran calidad artística se une su naturaleza de testimonio excepcional de la historia de la civilización, dado que es la primera manifestación artística de la especie humana. Posee, así pues, un valor y significado universales, estrechamente vinculados con la evolución de la cultura y la sociedad.

En el momento de su descubrimiento, Altamira representaba un ejemplo excepcional del valor universal del arte rupestre paleolítico debido a que se trataba de un conjunto rupestre con una completa secuencia artística del Paleolítico superior (40.000-9.000 a.C.) y de una muestra excepcional del arte magdaleniense, el llamado “Techo de los Policromos” por el que es mundialmente conocida.

Neocueva. Sala Polícromos. Bisontes-®Museo de Altamira. Foto P Saura

Más de 100 años después, Altamira sigue siendo un referente científico y social. Sin embargo, a partir de los descubrimientos que se sucedieron y se vienen sucediendo, Altamira sólo puede ser comprendida desde una perspectiva contextual, como parte de un fenómeno global propio de las comunidades cazadoras-recolectoras-pescadoras que habitaron el suroeste  de Europa durante el Paleolítico superior.

Así, Altamira, indiscutible obra maestra del arte universal de todos los tiempos, constituye un testimonio excepcional, pero no único, de una civilización desaparecida, y sólo puede entenderse dentro de un fenómeno cultural más amplio que explica su origen y en el que se encuentra su verdadera significación: el arte rupestre paleolítico de la Cornisa Cantábrica.

A la cueva de Altamira le corresponde el privilegio de ser el primer lugar en el mundo en el que se identificó la existencia del Arte Rupestre del Paleolítico superior. Altamira fue también un descubrimiento singular por la calidad, la magnífica conservación y la frescura de sus pigmentos. Su reconocimiento se postergó un cuarto de siglo, en una época en la que resultaba de difícil comprensión para una sociedad, la del siglo XIX, inmersa en rígidos postulados científicos.

Descubrimiento

La cavidad fue descubierta por un lugareño, Modesto Cubillas, hacia el año 1868. Acompañado por Cubillas, Marcelino Sanz de Sautuola visitó por primera vez la cueva en 1875 y reconoció algunas líneas que entonces no consideró obra humana.

En la Exposición Universal de París conoció de primera mano algunos objetos prehistóricos encontrados en cuevas del sur de Francia. Sautuola, que ya tenía una amplia formación en Ciencias Naturales y en Historia, regresó a España con una perspectiva renovada y decidido a emprender sus propios trabajos en las cuevas de Cantabria. Acompañado por su hija María volvió a Altamira en 1879. Será la niña la primera en ver las figuras en el techo de la cueva.

En 1880 Sautuola publicó el hallazgo en el folleto Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la Provincia de Santander, atribuyendo las pinturas a la prehistoria, al periodo paleolítico. A pesar de su lúcido análisis, sus contemporáneos, desde diferentes perspectivas intelectuales, evolucionistas, creacionistas o los incrédulos prehistoriadores del momento, acogieron con escepticismo su planteamiento.

Su valor no fue reconocido hasta el descubrimiento de arte rupestre paleolítico en otras cuevas de Europa, principalmente en Francia (Le Mouthe, Combarelles y Font de Gaume). En 1902, el prehistoriador francés Émile de Cartailhac publicó Les cavernes ornées de dessins. La grotte d’Altamira, Espagne. Mea Culpa d’un sceptique. A partir de este momento, la cueva de Altamira adquirió reconocimiento universal, convirtiéndose en un icono del arte rupestre paleolítico.

Neocueva

Con el fin de preservar la integridad y garantizar la conservación de la cueva original, el Gobierno español inauguró en este entorno en el año 2001, el Museo Nacional y Centro de Investigación Altamira, que alberga una Neocueva, es decir, una reproducción exacta de la Cueva de Altamira. Su objetivo ha sido y es la investigación, conservación y difusión de la Cueva de Altamira.

El nuevo museo se ha convertido en punto de referencia para los investigadores y estudiosos de esta etapa de la Prehistoria y no solo para los expertos, ya que volvió a ser este verano el museo más frecuentado de la red que gestiona la Dirección General de Patrimonio Cultural y Bellas Artes, con un total de 129.866 visitas, superando el último registro. Al igual que el año pasado, agosto ha sido el mes de mayor afluencia en este centro museístico, con más de 52.000 personas.

Grandes cristaleras presentes en el edificio del arquitecto Juan Navarro Baldeweg simulan la entrada a la cueva tal y como era hace 15.000 años y junto a ellas una proyección virtual muestra cómo se desarrollaba la vida cotidiana de los habitantes de Altamira.

A través de una pasarela el recorrido transcurre por una reproducción de la excavación arqueológica y el taller del pintor de Altamira, en el que varios vídeos muestran la técnica empleada para llegar finalmente a la sala de polícromos, que ha sido reproducida con las mismas dimensiones que tenían antes de que un derrumbe redujera su espacio en la Prehistoria.

Vídeos interactivos, dibujos animados, objetos prehistóricos procedentes de numerosos museos, principalmente el de Prehistoria de Cantabria, y facsímiles de otras cuevas de la región son algunos de los contenidos del Museo, a través de cuyas diferentes secciones el visitante puede adentrarse en la prehistoria peninsular y los diferentes aspectos de la vida en ese periodo: el arte, la cultura, la vida cotidiana y las técnicas de caza.

Sala Polícromos. Bisonte de pie -®Museo de Altamira Foto P Saura

Más información en www.cultura.gob.es/mnaltamira

Con la colaboración del Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, Ministerio de Cultura de España

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.